Marzo de 2010. Experiencia Provincia de San Francisco De Sao Paulo - Brasil

Comisión de Justicia, Paz y Salvaguarda de la Creación. FALC


Presentación Zona Brasil.



Queridos Hermanos.
Paz y Bien.

En esta segunda entrega hemos querido presentarles a ustedes la experiencia de vida de uno de nuestros hermanos -Fray Luciano Bernardi- de la Provincia SAN FRANCISCO DE SAO PAULO-BRASIL; consideramos su experiencia en el ámito de JPSC de gran valor para los hermanos, ya que desde siempre ha apostado -unido a su Provincia- por la promoción y la búsqueda de una sociedad más justa y más fraterna.

Permitamos que su experiencia llegue a nuestro corazón y nos impulse a optar cada vez más decididamente por el proyecto de Jesús-el proyecto del Evangelio. 

Que el mismo Jesús nos anime con la gracia de su Espíritu para que también nosotros continuemos luchando y trabajando por la consecución de un mundo cada vez más humano, más solidario y fraterno.

El Señor les bendiga.

En Cristo,  Comisión de JPSC - FALC




FRAY LUCIANO BERNARDI
PROVINCIA DE SAN FRANCISCO DE SAO PAULO - BRASIL
COMPARTIENDO SU EXPERIENCIA

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Texto en Español
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Nuestras experiencias, anhelos y esperanzas a partir de los pueblos y países donde vivimos, al servicio del Reino, pueden servir para otros hermanos. Para iniciar, después de la publicación de nuestro encuentro de Buenos Aires sobre JPSC, les comunico un poco de mí y de mi manera de ver y de vivir JPSC.


Escribo desde Brasil y desde mi provincia San Francisco, presente en São Paulo, Paraná, tiene -desde 1983- una misión en Bahía con dos fraternidades: en Itaberaba, en la caatinga del semiárido bahiano y en la capital, Salvador, donde actualmente me encuentro.

“Mientras más ando más veo caminos...”

Salí de Italia y vine para Brasil cuando, en la segunda mitad de los años 70, aún se respiraban los aires de Vaticano II, a pesar de que ya hubieran iniciado las primeras reacciones polémicas. Algunos “resplandores” de este evento eclesial habían hecho florecer nuestra joven vocación religioso-franciscana nacida y creada aún bajo el antiguo régimen.
El concilio, fue un fulgor vislumbrante y, a través de relámpagos sugestivos, apuntaba panoramas y caminos que parecían perdidos en la noche oscura. Se percibía, en nuestra generación joven de esos tiempos, el deseo de iluminar nuestro entusiasmo con esos fulgores. Teníamos la clara conciencia de que, sobre ciertas convicciones, ya no habría retorno.

Precisaba transformarlas permanentemente en alimento de espiritualidad y en tareas históricas a ser ejecutadas. Estas convicciones, brotadas de Vaticano II y de los subsiguientes documentos eclesiales de Medellín y Puebla, que exigían la entrega de toda una vida, podría sintetizarlas en algunas verdades y de compromisos interligados que se insertaban perfectamente en el tronco de la ternura y vigor franciscanos y en la encarnación del Dios Bíblico de Jesús. Pronunciar palabras como “Pueblo de Dios, Iglesia Misterio y Sacramento, Reino de Dios y Vuelta a las fuentes Bíblicas de la Revelación” era también abrazar la opción por los pobres y la misión del servicio y de la solidaridad, universalmente y ecuménicamente abiertos al mundo (Gaudium et Spes).



Justicia, Paz y salvaguarda de la creación como una opción para los pobres

Bebiendo de esta fuente, hallé, y hallo naturalmente también hoy, sentirme cuestionado y atraído por la opción por los pobres de este continente y de este mi país donde vivo hace 34 años. De estos, pasé 8 en el interior de Paraná y hace 26 estoy en Bahía en la misión que mi provincia San Francisco abrió desde 1983, por ocasión de su Primer Capítulo como provincia autónoma. Puedo sintetizar estos mis años de Bahía con tres palabras que me fueron inspiradas por el Evangelio: esperanza y tribulación, comunión y ruptura. Aún sin ser perito en fuentes franciscanas, creo, con toda sinceridad, que no son incompatibles con algunos trazos de Francisco y Clara.

Las realidades que encontré en Bahía y delante de las cuáles sentí que el Yahvé de la Biblia me llamaba, -como a Abraham y a Sara, a Moisés y a Myriam, a Simeón y Ana...-, fueron las que me encaminaron por los caminos de la Justicia y Paz que nuestros documentos franciscanos definieron como esenciales a la espiritualidad franciscana.


Mi cuestionamiento

En este sentido, yo siempre siento cierto ahogo en el corazón cuando mi mentalidad y actividad -cada vez más vuelta por el servicio de la pastoral de la tierra y del agua y de su Comisión Pastoral (CPT), que es un instrumento profético que la iglesia de Brasil se dio y asumió, no sin contradicciones, en los últimos 35 años,- fueron y, a veces, aún son evaluadas como un camino personalista, una hábito de pisar caminos diferentes de la mayoría. Percibí también que, de unas décadas para acá, se desequilibró demasiado, en la iglesia en general, el tiempo y los esfuerzos que dedicamos, en nuestras instancias oficiales (para nosotros religiosos, los capítulos conventuales y provinciales, las semanas formativas, los contenidos de formación inicial y permanente...) entre los temas internos orientados hacia la necesaria construcción de nuestra identidad de discípulos consagrados y las temáticas externas de la misión dentro de un mundo tan cambiado y repleto de complejidades y ambigüedades. Y ahí, me pregunto a mí mismo y a los hermanos que tienen la paciencia de leer estas líneas: ¿Cómo es posible pensar que los dos mundos sean tan separados y no asumir, fatigosamente, pero con coraje, que nuestra identidad de consagrados está en riesgo si, simultáneamente, no cultivamos y evaluamos nuestra entrega, generosa y lúcida, en compromisos misioneros concretos?


La dimensión permanente de estar con ...

Estar con los “colonos y las poblaciones tradicionales” expulsados, aún hoy para dar lugar a la caña y al eucalipto, como ayer el buey; andar con los sin tierra que acampan para presionar un estado que jamás dio derecho a los pobres y a los ex-esclavos de tener acceso a una pequeña propiedad que sostenga su ciudadanía y su dignidad sin que sean reducidos a la mendicidad; estar al lado de los asalariados en situación de esclavitud exigir que el pueblo de la región del semiárido tenga acceso al agua para beber y para cultivar una huerta; denunciar los impactos de los grandes proyectos llamados modernos y progresistas, como las represas y las minerías que hieren de muerte la tierra y sus biomas y contaminan las aguas subterráneas; soñar y construir un modelo de crecimiento y de economía y política que experimente, aunque por fragmentos iniciales, los “nuevos cielos y la nueva tierra”; denunciar el absurdo de nuestros mega- aglomerados urbanos que volcaron campamentos donde se deshumanizan las relaciones y se institucionaliza, como única ley, la guerra permanente de la violencia armada, el narcotráfico y todas las mafias.... Todo esto, y mucho más, ¿no están en contradicción con las dimensiones que la Eucaristía exige? ¿Con la mesa de la Palabra para evaluar las coyunturas y discernir, con la mesa del Pan para repartir la vida?



Las lecciones de vida también pueden ser las lecciones de fe.

Al compartir mi experiencia, quería destacar más que mis trabajos relacionados con el mundo que sinteticé en el último párrafo, las lecciones de vida y de fe que recibí, en la comunión con hombres y mujeres, agentes de pastoral de la tierra y con los campesinos y campesinas, con obispos profetas que poblaron mis experiencias, confirmándome en la fe y en la caminata… De entre varias escogí las siguientes.

Es imposible, para nosotros, que seamos evangelizadores sin que partamos siempre del conocimiento y de la situación de carencia de las necesidades básicas de los seres humanos, hombres y mujeres. Era eso lo que repetía, como buen pastor, el obispo de Ruy Barbosa, don Matthias Schmidt, benedictino norteamericano, que nos acogió en Bahia; con 61 años, murió de infarto en la plaza de un poblado del interior, mientras rezaba el rosario en plena labor misionera.

Él también solía repetir, con cierto humorismo: “Oigo hablar mucho que se necesita evangelizar, evangelizar... pero en el evangelio jamás aparece este verbo solo, siempre (aparece) unido a los primeros destinatarios, los pobres para los cuales se debe ser y dar una buena noticia...”

Necesidades básicas no satisfechas en nuestro Brasil y en nuestra América son numerosas. En nuestras fraternidades franciscanas, vivimos y caminamos siempre a lado y en medio de “gente sin”. En este sentido, entonces, la Justicia y la Paz y el cultivo de la ecología deberían exigir de nosotros, como iglesia y como vida franciscana, un permanente discernimiento. Se trata, según mi sensibilidad, de equilibrar nuestra presencia y acción, en todas las esferas, incluyendo la parroquial, según algunas dimensiones que coinciden, simultáneamente, entre los anhelos más profundos del ser humano y el actuar de Cristo cuando caminó entre nosotros, en los caminos polvorientos de la Palestina. Siendo santuario que desvela y contempla el misterio, samaritanos que se detienen para socorrer a los caídos a la vera del camino, hogar para quien vive relaciones humanas destrozadas, profetas de justicia y de paz para romper con las causas de la maquinaria productora de explotación y de muerte, como alertaba don Helder Cámara.


Transversalidad de la conversión, en lo cotidiano


Concluyo este mi compartir, pidiendo prestado al amigo, padre Alfredo Gonçalves, misionero carlista, asesor de la CNBB, que tantas veces nos asesoró aquí en Bahía, sobre todo en relación a temáticas como a la de los migrantes y la de la movilidad humana, una evaluación de algunos transversales que son como el nervio expuesto de nuestras fragilidades e incoherencias personales y eclesiales. Ellos tocan, como el timbre de una campana, la invitación para el cambio y la conversión.

La búsqueda de las motivaciones más profundas para una presencia y acción con dimensión socio-política aún carece de mayor profundización. Espiritualidad y lucha social, a menudo, caminan codo con codo, como agua y aceite, sin una real conexión y sin que una interpele la otra.

La comunicación aparece como otro vacío que debe ser llenado. Entre agentes y líderes predomina un lenguaje muchas veces racional, conceptual y abstracto, lejos del lenguaje cotidiano popular, hecho de “casos”, imágenes, gestos y harta coreografía. Ambas son válidas y necesarias, el problema no está en su legitimidad. Pero, en muchos casos, ellas corren paralelas, como si unos estuvieran sintonizados en AM y otros en FM.

Las cuestiones relacionadas con el medio ambiente, la ecología y la biodiversidad, salvo raras excepciones, aún encuentran dificultades para que sean tomadas en serio. En no pocos casos, surgen como temáticas periféricas, desvinculadas de los temas centrales. Eso cuando no son visados como "un lujo de los que no tienen nada que hacer". Afortunadamente hay una creciente conciencia de que luchar por todas las formas de vida en el planeta es luchar por la propia supervivencia de la humanidad.

La relación entre los compañeros de la misma causa - agentes y liderazgos - es otro problema de los movimientos pastorales y sociales. (y de nuestras fraternidades franciscanas - ndr) Las luchas sordas por espacio y por poder, suelen consumir gran parte de las energías - y de los recursos! No es fácil darse cuenta, en la práctica diaria, de que una nueva sociedad sólo será posible con mujeres y hombres renovados.

Entre las lagunas, merecen especial destacamento las cuestiones de género y de raza, ni siempre abordadas con la profundidad que exigen. En una sociedad históricamente patriarcal y racista, se coloca el desafío de profundizar el encuentro con el otro y el diferente. Casi siempre lo que predomina es el prejuicio, la discriminación y la xenofobia.

Entrego estas mis “confesiones” esperando que puedan ser acogidas con la simplicidad con que me esforcé de escribirlas.

Con mucha esperanza por esta travesía que recomenzamos con nuestra JPSC en la FALC y en la Orden toda. Siempre en el camino de la Pascua.



Fray Luciano Bernardi

Salvador, Bahia, Brasil 15 de marzo de 2010

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Texto en Portugues
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Nossas experiências, anseios e esperanças a partir dos povos e países onde vivemos, a serviço do Reino, podem servir para outros irmãos. Para iniciar, após a publicação de nosso encontro de Buenos Aires sobre JPSC, lá vai um pouco de mim e de minha maneira de ver e viver JPSC.
Escrevo desde o Brasil e desde minha província São Francisco, presente em São Paulo, Paraná e tem, desde 1983, uma missão na Bahia com duas fraternidades: em Itaberaba, na caatinga do semi-árido baiano e na capital, Salvador, onde atualmente me encontro.

“Quanto mais ando mais vejo estrada...”

Saí da Itália e vim para o Brasil quando, na segunda metade dos anos 70, ainda se respiravam os ares do Vaticano II, apesar de já terem iniciado as primeiras reações polêmicas. Alguns “clarões” deste evento eclesial tinham feito florescer nossa jovem vocação religioso-franciscana nascida e criada ainda sob o antigo regime.

O concílio, foi um clarão vislumbrante e, através de relâmpagos sugestivos, apontava panoramas e caminhos que pareciam perdidos na noite escura. Percebia-se, na nossa geração jovem desses tempos, o desejo de iluminar o entusiasmo com esses clarões. Tínhamos a clara consciência de que, sobre certas convicções, não tinha mais retorno.



Precisava transformá-las permanentemente em alimento da espiritualidade e em tarefas históricas a serem executadas. Estas convicções, brotadas do Vaticano II e dos subseqüentes documentos eclesiais de Medellín e Puebla, que exigiam a entrega de toda uma vida, poderia sintetizá-las em alguns feixes de verdades e de compromissos interligados que se inseriam perfeitamente no tronco da ternura e vigor franciscanos e na encarnação do Deus Bíblico de Jesus. Pronunciar palavras como Povo de Deus, Igreja Mistério e Sacramento, Reino de Deus e Volta às fontes Bíblicas da Revelação era também abraçar a opção pelos pobres e a missão do serviço e da solidariedade, universalmente e ecumenicamente abertos ao mundo (Gaudium et spes).

Justiça, paz e salvaguarda da criação como opção pelos pobres



Bebendo desta fonte, achei, e acho natural hoje também, sentir-me questionado e atraído pela opção pelos pobres deste continente e deste meu país onde vivo há 34 anos. Destes, passei oito no interior do Paraná e há 26 estou na Bahia na missão que minha província São Francisco abriu desde 1983, por ocasião de seu primeiro capitulo como província autônoma. Posso sintetizar estes meus anos de Bahia com três palavras que me foram inspiradas pelo Evangelho: esperança e tribulação, comunhão e ruptura. Mesmo sem ser perito em fontes franciscanas, creio, com toda sinceridade, que não sejam incoerentes com alguns traços de Francisco e Clara.

As realidades que encontrei na Bahia e diante das quais senti Javé da Bíblia me chamar, como Abraão e Sara, Moisés e Myriam, Simeão e Ana... foram as que me encaminharam pelos caminhos da Justiça e Paz que nossos documentos franciscanos definiram como essenciais à espiritualidade franciscana.




Meu questionamento

Neste sentido, eu sempre sinto certo aperto no coração quando minha mentalidade e atividade - cada vez mais voltada para o serviço da Pastoral da terra e da água e da sua Comissão Pastoral (CPT), que é um instrumental profético que a igreja do Brasil se deu e assumiu, não sem contradições, nos últimos 35 anos, - foram e, às vezes, ainda são avaliadas como um caminho personalista, uma mania de trilhar caminhos diferentes da maioria. Percebi também que, de umas décadas para cá, desequilibrou-se demais, na igreja em geral, o tempo e os esforços que dedicamos, em nossas instancias oficiais (para nós religiosos, os capítulos conventuais e provinciais, as semanas formativas, os conteúdos de formação inicial e permanente...) entre os tema internos voltados para a necessária construção de nossa identidade de discípulos consagrados e as temáticas externas da missão dentro de um mundo tão mudado e repleto de complexidades e ambigüidades. E aí, pergunto a mim mesmo e aos irmãos que tem a paciência de ler estas linhas: como é possível pensar que os dois mundos sejam tão separados e não assumir, fadigosamente, mas com coragem, que nossa identidade de consagrados esta em risco se, simultaneamente, não cultivamos e avaliamos nossa entrega, generosa e lúcida, em compromissos missionários concretos?

A dimensão permanente de estar com...

Estar com os “posseiros e as populações tradicionais” expulsos, ainda hoje para dar lugar à cana e ao eucalipto, como ontem ao boi; estar com o sem terra que acampam para pressionar um estado que jamais deu direito aos pobres e aos ex-escravos de ter acesso a uma pequena propriedade que sustente sua cidadania e sua dignidade sem serem reduzido à mendicância; estar ao lado dos assalariados em situação de escravidão; exigir que o povo do semi-árido tenha aceso à água para beber e para cultivar uma horta; denunciar os impactados dos grandes projetos chamados modernos e progressistas, como as barragens e as minerações que ferem de morte a terra e seus biomas e contaminam os lençóis freáticos; sonhar e construir um modelo de crescimento e de economia e política que experimente, ainda que por fragmentos iniciais, os “novos céus e a nova terra”; denunciar o absurdo de nossos mega- aglomerados urbanos que viraram acampamentos onde se desumanizam as relações e se institucionaliza, como única lei, a guerra permanente da violência armada, o narcotráfico e todas as máfias.... Tudo isto, e muito mais, não está em contradição com as dimensões que a Eucaristia exige? Com a mesa da Palavra para avaliar as conjunturas e discernir, a mesa do Pão para repartir a vida?



Só lições de vida podem ser também lições de fé.

Na partilha de minha experiência, queria destacar mais do que os meus trabalhos ligados a esse mundo que sintetizei no último parágrafo, as lições de vida e de fé que recebi, em comunidade com homens e mulheres, agentes de pastoral da terra e com os camponeses e camponesas, com bispos profetas que povoaram minhas experiências, confirmando-me na fé e na caminhada..Dentre várias escolhi as seguintes.

É impossível, para nós, sermos evangelizadores sem partirmos sempre do conhecimento e da situação de carência das necessidades básicas dos seres humanos, homens e mulheres. Era isso que repetia, como bom pastor, o bispo de Ruy Barbosa, dom Matthias Schmidt, beneditino norte-americano, que nos acolheu na Bahia; com 61 anos, tombou enfartado numa praçinha de um povoado do interior, enquanto rezava o terço em pleno labor missionário.

Ele também costumava repetir, com certo humorismo: “Ouço falar muito que precisa evangelizar, evangelizar... mas no evangelho jamais aparece este verbo sozinho mas sempre unido aos primeiros destinatários, os pobres para os quais se deve ser e dar uma boa noticia...”

Necessidades básicas não satisfeitas em nosso Brasil e em nossa América são inúmeras. Nas nossas fraternidades franciscanas, vivemos e caminhamos sempre a lado e no meio de “gente sem”. Neste sentido, então, a Justiça e a Paz e o cultivo da ecologia deveriam exigir de nós, como igreja e como vida franciscana, um permanente discernimento. Trata-se, segundo minha sensibilidade, de equilibrar nossa presença e ação, em todas as esferas, incluindo a paroquial, segundo algumas dimensões que coincidem, simultaneamente, entre os desejos mais profundos do ser humano e o agir de Cristo quando caminhou entre nós, nas estradas poeirentas da Palestina. Sermos santuário que desvenda e contempla o mistério, samaritanos que param a socorrer os caídos da beira da estrada, lar para quem vive relações humanas destroçadas, profetas da justiça e da paz para romper com as causas da máquina produtora de exploração e da morte, como alertava dom Helder Câmara.

Transversais de conversão, no cotidiano

Concluo esta minha partilha, pedindo emprestado ao amigo, padre Alfredo Gonçalves, missionário carlista, assessor da CNBB, que tantas vezes nos assessorou aqui na Bahia, sobretudo em relação a temáticas como a dos migrantes e da mobilidade humana, uma avaliação de alguns transversais que são como o nervo exposto de nossas fragilidades e incoerências pessoais e eclesiais. Eles tocam, com o timbre de um sino, o apelo para a mudança e conversão.

A busca das motivações mais profundas para uma presença e ação com dimensão sócio-política ainda carece de maior aprofundamento. Espiritualidade e luta social, não raro, caminham lado a lado, como água e azeite, sem uma real conexão e sem que uma interpele a outra.

A comunicação aparece como um outro vazio a ser preenchido. Entre agentes e lideranças predomina uma linguagem muitas vezes racional, conceitual e abstrata, longe da linguagem do cotidiano popular, feita de “causos”, imagens, gestos e farta coreografia. Ambas são válidas e necessárias, o problema não está em sua legitimidade. Mas, em muitos casos, elas correm paralelas, como se uns estivessem sintonizados em AM e outros em FM.

As questões relacionadas ao meio ambiente, à ecologia e à biodiversidade, salvo raras exceções, ainda encontram dificuldades para serem levadas a sério. Em não poucos casos, surgem como temáticas periféricas, desvinculadas dos temas centrais. Isso quando não são vistos como “um luxo de quem não tem o que fazer”. Felizmente cresce a consciência de que lutar por todas as formas de vida no planeta é lutar pela própria sobrevivência da humanidade.

O relacionamento entre os companheiros da mesma causa - agentes e lideranças - é outro problema dos movimentos e pastorais sociais. (e de nossas fraternidades franciscanas - ndr) As lutas surdas por espaço e pelo poder, costumam consumir grande parte das energias - e dos recursos! Não é fácil dar-se conta, na pratica diária, de que uma nova sociedade só será possível com mulheres e homens renovados.



Entre as lacunas, merecem especial destaque as questões de gênero e de raça, nem sempre abordadas com a profundidade que exigem. Numa sociedade historicamente patriarcal e racista, coloca-se o desafio de aprofundar o encontro com o outro e o diferente. Quase sempre o que predomina é o preconceito, a discriminação e a xenofobia.

Entrego estas minhas “confissões” esperando que possam ser acolhidas com a simplicidade com que me esforcei de escrevê-las.
Com muita esperança por esta travessia que recomeçamos com nossa JPSC na FALC e na Ordem toda. Sempre no caminho da Páscoa.


Frei Luciano Bernardi

Salvador, Bahia, Brasil 15 de março de 2010




              Paz y Bien             




Día mundial del Agua
marzo 22

El pasado 22 de marzo se celebró el día mundial del agua. queremos compartir apartados de un guión que nos llegó con el fin de continuar reflexionando entorno a nuestra hermana Agua, que también hoy clama justicia, como muchos hermanos nuestros de América Latina

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Este día es

1. Un día dedicado especial a hacer memoria del Agua.

2. Pero en ella, está simbolizada toda nuestra relación con la ecología.

3. Y, fundamentalmente, a través de ella nos acercamos solidariamente a todos aquellos que sufren las consecuencias de los cambios ecológicos y, sobre todo, de la falta de agua o las aguas contaminadas.

4. Queremos, también, asumir nuestra responsabilidad en ello y buscar caminos para subsanar las deficiencias que encontremos en nosotros.



 
Génesis. Gn 26, 19-22

Pero cuando los servidores de Isaac, que habían estado cavando en el valle, encontraron un manantial, los pastores de Guerar discutieron con los de Isaac, diciendo: “este agua es nuestra” Entonces Isaac llamó a ese pozo Esec, que significa“litigio”, porque allí habían litigado con él. Después cavaron otro pozo y volvió a producirse un altercado a causa de él. Por eso, Isaac lo llamó Sitná que significa “hostilidad”. Luego siguió avanzando y cavó otro pozo más. Pero esta vez no hubo ningún altercado. Entonces le puso el nombre de Rejobot que significa “campo libre”.

Y tú ¿qué haces con el agua?



“Esta agua es nuestra. Cuidémosla, compartámosla...”

Mwadia se despertó esa mañana -como lo hacía cada día - cuando aún estaba oscuro. Salió de su choza y se dirigió con su bidón amarillo -como todas las mañanas - a buscar agua. Su marido y sus hijos –como siempre– seguían aprovechando un poco más la oscuridad de la noche. Salvo el pequeño Ze, que debía viajar los 3 kilómetros en la espalda de su madre, para poder tomar la teta cuando llegara la hora correspondiente a su desayuno…

En el camino, ella se fue encontrando con las mujeres de las otras chozas quienes cargaban un bidón amarillo semejante al suyo en busca de la misma fuente de vida. Cargar agua era un encuentro diario que Mwadia repetía desde que había formado una familia y, antes, acompañando a su madre todas las mañanas...

El agua, la mandioca y los frijoles, eran los elementos con los que vivía la familia. A veces, algún trabajo pasajero, un regalo o algún paquete de comida que les daban, le agregaba novedad a la dieta. Las mujeres fueron intercambiando algunas frases en el camino: recopilaciones de lo vivido el día anterior en cada una de las familias,...

El lugar donde llenaban sus bidones quedaba en las afueras de la aldea. Un lugar donde cada una que llegaba colocaba su bidón en la fila y esperaba su turno para llenarlo. A veces, si se llegaba un poco tarde, podían ser horas. También se podía dejar a otra encargada de hacerlo mientras se iba a buscar la leña.

En ese lugar se encontraban mujeres de las dos etnias –macua ymaconde– que por lengua, cultura e historia se reunían o separaban, se encontraban o se alejaban... Sin embargo, era cotidiano encontrarse para buscar agua, ese elemento tan vital, tan común, tan mundial, que nos hermana en la necesidad y en la búsqueda. Pero esa mañana algo fue diferente a todas las demás. El agua escaseaba y, por lo tanto, ellas, las de su etnia, no podrían cargar agua. Debían ir a la aldea siguiente a probar suerte.

Hubo algún cruce fuerte de palabras intentando forzar la situación para poder realizar esa tarea sin tener que caminar tanto, pero no hubo soluciones. Las otras eran más numerosas y más fuertes. Entonces, resignadamente, tomaron sus bidones y comenzaron a caminar hacia la siguiente aldea. Unos 7 kilómetros más de caminata... (en) aquel día lo que era una tarea cotidiana se había convertido en un problema nuevo sin una solución cercana. Por eso, no se fueron de muy buen ánimo.

...Fue un largo y fatigoso camino hacia el agua. Ya el sol comenzaba a brillar y, cuando volvieran, más que brillar sofocaría.En el camino, tanto de ida como de regreso, no se imaginaban que su conflicto no estaba limitado a ese pequeño espacio del mundo. Más allá de los sólo 7 kilómetros que las separaban del agua, había otros tantos conflictos nacionales e internacionales, incluso guerras, producto del mismo líquido: el agua.

Pero… ¿Qué iba a saber Mwadia y las otras mujeres de todo esto que estaba tan lejos de ellas?...Si lo de ellas era sólo cargar su bidón amarillo con el agua que tomarían ese día… Porque este recurso, tan propio y necesario en nuestra vida humana, genera en el mundo cada vez más desencuentros.

Entre ellos…el Tibet, donde la gran fuente de agua tanto del río Brahmaputra como de su hielos es motivo de discordia y de que China decida sobre su futuro. Estados Unidos y México en conflicto por los ríos Bravo y Grande. Etiopía, Sudán y Egipto por el famoso río Nilo. Turquía, Siria e Irak enfrentados por las aguas de los ríos Tigris y Eufrates. La Cordillera de los Andes, que divide Argentina y Chile, donde se libra la lucha entre las empresas mineras y los pobladores ancestrales ya que, para que aquellas embolsen enormes riquezas, deben gastar enormes cantidades de agua para lavar el metal, contaminando el ecosistema de las poblaciones vecinas. Los conflictos entre Israel, Siria, Palestina y el Líbano para poder poseer el agua de los ríos Jordán y Litani…O el escaso suministro de agua potable a Gaza y Cisjordania. Y la lista podría seguir…Todos estos, y tantos otros conflictos por el agua – derecho de todos– se gestan por su escasez, su privatización por parte de la hidromafia, su despilfarro por parte de los que tienen acceso al agua potable o su contaminación por parte de los ambiciosos.

La fuente de la vida se va convirtiendo, cada vez más, en razón para la muerte. Es urgente poder buscar un “campo libre” como Isaac, fruto de otro mundo posible, donde la ecología, la justicia, la igualdad y el reparto solidario de los bienes de la tierra, reinen sobre la ambición, la avaricia, los odios étnicos, la lógica de la permanente búsqueda de un enemigo que justifique la muerte. El agua del “litigio” y la “hostilidad”, deberá ser reemplazada por: “Esta agua es nuestra. Cuidémosla, compartámosla.”…

Relato premiado por la Agenda Latinoamericana 2010


¿Qué puedes hacer para cuidar el agua, para compartirla?

¿Como comunidad, ¿qué podemos hacer para cuidarla?

¿Cómo podemos forjar una conciencia preservadora y solidaria con la pura y casta hermana?


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